“Difícilmente el Ecuador va a alcanzar la meta 90-90-90 contra el VIH para 2030”

La lucha contra el VIH no cumplirá con sus objetivos en el país. Las dificultades en el acceso a antirretrovirales y a la atención médica para las personas diagnosticadas se han recrudecido en la pandemia, por lo que la brecha en acciones de prevención será difícil de superar en la próxima década.

Por Ana Cristina Basantes • Septiembre 22, 2020

Desde el 2015, el mundo persigue la meta 90-90-90 en el tratamiento contra el VIH para contribuir al fin de la epidemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida). Para ello, según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUsida), se esperaban estos resultados para el 2020: que el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico respecto al VIH, que el 90% de las personas diagnosticadas con el VIH reciban terapia antirretrovírica continuada y que el 90% de las personas que reciben terapia antirretrovírica tengan supresión viral.

El objetivo es el fin de la epidemia de sida para el año 2030, pero llegó e la covid-19 que amenaza con cambiar estos planes. De acuerdo a ONUsida, la respuesta del mundo frente al sida podría retrasarse en 10 años o más si la pandemia del coronavirus continúa provocando graves interrupciones en los servicios para el VIH.

Orlando Montoya, consultor en Educación Comunitaria e Investigación en Corporación Kimirina, una organización que trabaja desde hace 20 años en siete ciudades del país, explica en esta entrevista las razones por las cuales el Ecuador no alcanzará los objetivos contra el VIH en los próximos 10 años.

¿Qué tan lejos está cumplir la meta 90-90-90 en el Ecuador?

El cumplimiento de la meta 90-90-90 en el Ecuador difícilmente se va a lograr. En prevención sigue habiendo un gran déficit y, obviamente, el alcance de las metas tiene que ver con las acciones que no se han desarrollado en este ámbito. Para que hallan avances se tiene que adoptar el uso de las nuevas tecnologías de prevención como la profilaxis pre exposición (PrEP), que previene la infección por VIH en población de alto riesgo, y la profilaxis post exposición (PEP), que es un tratamiento de emergencia para el VIH que se toma después de una posible exposición al virus.

Además, es fundamental que las personas seronegativas tengan acceso a pruebas y acelerar el tiempo en el que una persona es diagnosticada y empieza su tratamiento. Se ha avanzado, pero existe una brecha bastante grande que difícilmente podremos superar para afirmar en este momento que el país vaya lograr las metas 90-90-90 al 2030.

La mayor parte de los países ha estado concentrando sus esfuerzos en el tratamiento. Allí es donde se ha logrado los mayores éxitos: mantener y asegurar las coberturas de tratamiento.

¿Cómo han vivido la pandemia las personas con VIH en el Ecuador?

La mayoría tuvo que enfrentar las medidas aplicadas por el COE Nacional -encargado del manejo y atención de emergencias y desastres en el país- que fueron pautadas siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ONUSida respecto que las personas con VIH no deberían asistir a las unidades hospitalarias. Además, se les debía entregar medicamentos para entre tres y seis meses para evitar las mínimas visitas a los hospitales.

Sin embargo, no se tomó en cuenta lo que esto significó para las personas viviendo con VIH que sí debían acudir a las unidades de atención integral. Muchos no pudieron aistir a la cita médica programada antes de la pandemia para recibir los tratamientos que ya tenían agendados.

¿En qué se ha concentrado fundación Kimirina durante la emergencia del COVID-19?

En primer lugar, en brindar información a través de las redes sociales y orientación a personas viviendo con VIH que se contactaron con nosotros por el tratamiento retroviral. Los equipos de Kimirina también asistieron y apoyaron a las personas que tenían problemas para ir al hospital. En algunos casos coordinamos las citas con las responsables de las unidades de atención integral para que se les entregará los medicamentos antirretrovirales a esos pacientes.

A algunas personas que estaban en profilaxis post exposición les aseguramos la entrega de medicamento antirretroviral. También a las personas que estaban en profilaxis pre exposición, que es un programa para prevenir el contracto con el VIH, se le entregó a domicilio los medicamentos. Además, a través de un fondo conseguido por la Coalition PLUS, una red internacional para la lucha contra el sida, se pudo entregar auxilios alimenticios en varias ciudades a personas que viven con VIH; así como a poblaciones que perdieron sus posibilidades de subsistencia.

¿Eso representó un cambio en la labor de la fundación?

Aunque suspendimos los servicios presenciales por las disposiciones para evitar el contagio del coronavirus, estuvimos atendiendo virtualmente. Para todos los usuarios que requerían atención médica se creó el programa de telemedicina, a través de la cual nuestro equipo médico asistió —y sigue asistiendo— a muchas personas que viven con VIH. También, a través de este sistema, se logró dar soporte a algunos usuarios que requerían atención en laboratorio, en coordinación con otras instituciones.

Hemos trabajado arduamente en apoyar a algunas personas que tenían un diagnóstico de VIH positivo y que requerían atención para recibir tratamiento. Se ha entregado tratamiento antirretroviral a 48 personas y se brindaron consultas por telemedicina y otros servicios de prevención a 450 personas.

¿Ha habido algún grupo vulnerable dentro de los pacientes de VIH que ha sido especialmente golpeado por la pandemia?

Las poblaciones trans-femeninas y las trabajadoras sexuales han sido las más afectadas debido a que, por las regulaciones que se establecieron para enfrentar la crisis causada por el COVID-19, no han podido ejercer el trabajo sexual y, por ende, han visto afectada su subsistencia diaria. De hecho, fueron las primeras personas que apoyamos desde Kimirina para su subsistencia, alimentación, atención médica y entrega de medicamentos.